domingo, 21 de diciembre de 2008

Poesia Palestina TE MATARON EN EL VALLE de MAHMUD DARWISH



TE MATARON EN EL VALLE
Traducción del árabe por

María Luisa Prieto

Te regalo mi recuerdo ante la mirada del tiempo,

te regalo mi recuerdo.

¿Qué dice el fuego en mi país?

¿Qué dice el fuego?

¿Has sido mi amor

o una tempestad sobre las cuerdas?

Yo soy extranjero en mi propio país,

extranjero.



Te regalo mi recuerdo bajo la mirada del tiempo,

te regalo mi recuerdo.

¿Qué le dice el relámpago al cuchillo?

¿Qué dice el relámpago?

¿Fuiste en Hattin[1]

un símbolo de la muerte de Oriente?

¿Y yo soy Saladino

o un esclavo de los cruzados?



Te regalo mi recuerdo ante la mirada del tiempo,

te regalo mi recuerdo.

¿Qué dice el sol en mi país?

¿Qué dice el sol?

¿Estás muerta sin sudario

y yo estoy sin Jerusalén?



Despuntó del valle.

Dicen que redujo el valle y se ocultó.

Su belleza secreta rodeó las pequeñas espigas

y resolvió las preguntas de la tierra.

Los de mi generación ¿recordáis el verano?

Flores de Hebrón

y huérfanos de Hebrón

¿recordáis el verano

que asciende de sus dedos

y abre todas las puertas?

Una violeta le dijo a su vecina:

tengo sed.

Abdallah me regaba.

¿Quién se ha llevado la juventud

de los jóvenes?

Despuntó del valle

y en el valle se muere.

Nosotros crecemos entre cadenas.

Despuntó del valle de pronto

y en el valle se muere por etapas.

Ahora nos alejamos de él generación tras generación,

vendemos las aceitunas de Hebrón gratis,

vendemos las piedras de Hebrón,

vendemos la historia de Hebrón,

y la vendemos

para comprar en su pecho la imagen

de un asesinado luchando.



No reconocí el amor de cerca.

Que lo reconozca mi muerte.

Mi infancia-Troya árabe

pasa y no vuelve.

Todos los puñales están en ti.

Elévate

verdor del limón,

brilla en la noche

y aumenta el llanto

de los que llegan.



El viento está en un puñal

y nuestra sangre es crepúsculo.

No quemes tu pañuelo verde,

la noche se quema.



Bienaventurada la serpiente que ha dormido

en la madera derruida.

Bienaventurada la espada que convierte al cuello

en ríos de libertad.



No reconocimos al amor de cerca.

Que se enfade el enfado.

Caminamos a la Troya árabe

y la lejanía se acerca.



No recuerdas

cuando escapamos de ti

hacia los vastos exilios.

Aprendimos los idiomas universales

y el cansancio del largo viaje

hacia el ecuador.

Aprendimos a dormir en todos los trenes,

lentos y rápidos,

el amor en el puerto

y el cortejo preparado para todo tipo de mujeres.

Aprendimos la amistad de cada herida,

la lucha de los enamorados,

el deseo envasado

y la sopa sin sal.



¡Oh país lejano!

¿Se ha perdido mi amor en el correo?

Ni el beso de goma nos llega

ni el óxido de hierro.

Todos los países son el nuestro

y nuestra parte de ellos es el correo.



No recuerdas

cuando escapamos de ti

a las cárceles.

Hemos aprendido a llorar sin lágrimas

y a leer las paredes, los cables y la triste luna,

libertad,

una paloma,

la satisfacción de Jesús

y la escritura de los nombres:

Aisha se despide de su esposo

y vive Aisha,

viven los perfumes de la sangre, el rocío y el jazmín.



¡Oh rostro lejano!

Te mataron en el valle

pero no te mataron en mi corazón.

Quiero que reconstruyas mi espontaneidad

oh rostro lejano.



Recuérdanos

cuando te buscamos en la hecatombe.

Que se quede tu brazo que da al mar

y la sangre en los jardines,

y sobre nuestro renacimiento se alce

un puente.

Que se queden todas las azucenas

de la palma húmeda

en su jardín,

pues llegamos.

¿Quién compra a la muerte un billete hoy

sino nosotros? ¿Quién?

Hemos exprimido todas las nubes

de los mapas del mundo

y los poemas de la nostalgia por el país.

Ni su agua riega

ni sus anhelos queman

ni construye un país.



Recuérdanos.

Nosotros te recordamos como un verdor

que surge de cada sangre,

barro y sangre

sol y sangre

flores y sangre

noche y sangre,

y te desearemos

cuando despuntes del valle

y desciendas al valle

cual gacela que nada

en un campo de sangre

sangre

sangre

sangre.



Oh beso que duerme sobre un cuchillo,

manzana de besos.

¿Quién recuerda el sabor que queda

-no estando tú-

como el jardín de la esperanza?

- Hemos crecido, infeliz,

me dijo la vida.

- ¿Y mi amor?

- Los muertos no crecen.

- ¿Y mis lunas?

- Se cayeron con la casa.

¡Oh beso que duerme sobre un cuchillo!

¿Te acuerdas de mi boca?

Te quiero cuando te quemas.

¿Quemarás mi sangre?

Amo tu muerte cuando me lleva

a mi país

cual lirio ardiente

o pájaro hambriento.

¡Oh beso que duerme en un cuchillo!

La naranja ilumina nuestra ausencia,

la naranja ilumina,

el jazmín excita nuestra soledad

pero el jazmín es inocente.

¡Oh beso que duerme en un cuchillo!

Te despiertas en la frontera del mañana,

te despiertas ahora

y diseminas la costa negra

como el viento y el olvido.

¡Oh beso que duerme en un cuchillo!



El éxodo ha crecido,

ha crecido el amarillo de las rosas

¡Oh mi amor asesinado!

Ha crecido el vagabundeo por la luz de un mundo

que me ignora,

ha crecido la tarde en las calles de cada destierro,

ha crecido la tarde en las ventanas de cada cárcel,

ha crecido en todas las direcciones,

ha crecido en todas las estaciones,

y te veo

alejándote, alejándote por el valle lejano.

Abandonas nuestros labios,

abandonas nuestra piel,

abandonas...

Eres una fiesta.

Te veo.

Las palmeras caen.

¿Qué dijo Abdallah?

- En la época avara

proliferan los niños, el recuerdo

y los nombres de Dios.

Te veo.

Cada mano grita allí.

Fuimos pequeños,

las cosas estaban preparadas

y el amor era un juego.

Te veo.

Mi cara dentro de ti me conoce

como la abundante arena conoce

todo su amor por la playa.

Te alejas de mí

y la muerte es un juego.

Te veo.

Los olivos inclinan la cabeza

a un viento pasajero.

Todas las raíces están aquí,

aquí están

todas las pacientes raíces.

Que se quemen todos los vientos negros

en unos ojos milagrosos

¡Oh mi valiente amor!

No queda nada por qué llorar.

Adios.

Las ceremonias de despedida han crecido

y la muerte es una etapa que hemos comenzado.

La muerte se ha perdido,

se ha perdido

en el alboroto del nacimiento.

Extiéndete desde el valle

hasta la causa del éxodo

cual cuerpo que corre sobre cuerdas,

cual gacela de lo imposible.





[1] Batalla en la que Saladino venció a los cruzados.

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